jueves, 17 de septiembre de 2015

SONIDO Y MÚSICA EN EL ARTE DE LA IMAGEN

 SONIDO Y MÚSICA EN EL ARTE DE LA IMAGEN
Silvia Malbrán
                                                                                          ¿Qué oigo de lo que veo?
                                                                                                            ¿Qué veo de lo que oigo?
                                                                                                              Michel Chion,(1993:191)
Introducción
Arte de la imagen (Chion, 1993)  alude a diversas modalidades audiovisuales tales como films, videos, dibujos animados y clips, esto es, a las diferentes formas de arte de la  imagen filmada.
La vinculación entre los relatos cinematográficos, videográficos o de animación  y la música, es un área de investigación en plena expansión que cuenta con una importante masa crítica  (Cohen, 2000, 2001, 2005; Boltz, 2001; Lipscomb, 1999; Livingstone, 2006). Un trabajo pionero e iluminador en este campo ha sido el de Michel Chion en su libro La audiovisión cuya primera versión data del año 1990; en el cuarto párrafo de la Introducción se adelanta a su época con la frase “No se ‘ve’ lo mismo cuando se oye; no se ‘oye’ lo mismo cuando se ve”.
El importante avance de las Neurociencias y las técnicas de lectura de imágenes han permitido conocer lo que sucede en el cerebro durante la acción: hoy se habla de la integración neuronal ante estímulos que entran simultáneamente por diferentes vías sensoriales. Michel Chion, visionó mecanismos perceptivos que luego fueron comprobados por las neurociencias cuando hace casi veinte años escribía en su libro[1] que los movimientos visuales rápidos ayudados por puntuaciones sonoras veloces, son marcas perceptivas que imprimen  huellas en la memoria; así también cuando expresó que se trata de un continuum sensorial que ocupa los espacios sonoro y visual.        

En este capítulo se incluirán avances de la investigación en el área como así también algunas sugerencias de la aplicación imagen - sonido.
            El marco teórico utilizado es el provisto por el modelo “cross modal” y la Psicología de la Música que aportan investigaciones empíricas y teóricas que iluminan posibles prácticas en el medio educativo (cf.Wrigth, 2002).



Integración narrativa: arte musical-arte de la imagen

Los avances tecnológicos han contribuido a la comunicación y a la personalización de la música a través de dispositivos como mp3, teléfonos móviles,  walkman e Internet.  La música expresa la identidad social  y es una forma de auto-expresión (DeNora, 2000); en la narrativa audiovisual la música es también un rasgo de identidad, una alusión a universos culturales compartidos y una convocatoria a la emoción individual  y colectiva.  
Cohen, (2000) considera a la ilusión audiovisual en términos similares a Chion, (1993) y agrega que las artes en general son experiencias holísticas sintéticas; en tal carácter, especialmente  la música-film.
Hay acuerdo general en que la comunicación conjuga claves acústicas y gestuales que otorgan sentido al intento expresivo (Cross, 2008, Espinosa, 2006). En las últimas décadas un amplio cuerpo de investigación empírica da cuenta de la importancia para la comunicación artística de la integración entre los factores espacio temporales de la escena y los de la música, aseveración que coincide con Chion (1993:144) cuando expresa que la experiencia audiovisual genera “sensaciones rítmicas, dinámicas, temporales, táctiles y cinéticas, que utilizan los canales sonoro y visual”. 
Se ha visto que cuando el relato escénico presenta acuerdo con el relato musical se incrementa la comprensión, la comunicabilidad y la emoción del espectador (Bolivar et.al, 1994).  Estos co-relatos ponen en juego diversas modalidades de acuerdo: temporal, semántico, emocional y de carácter  (Spence, 2007, Malbrán, 2008a; Malbrán, 2008 b). Los teóricos del área  afirman que los acuerdos temporales son los que resultan de mayor importancia y eficacia. Según Marshall y Cohen, 1988[2] la asignación de acentos temporales a los eventos afecta la retención, el procesamiento y la interpretación del mensaje.
La integración temporal es descripta como un acuerdo de fase entre los agrupamientos espacio-temporales de la escena y los de la música. El tiempo de la imagen es afectado por el tiempo del sonido. Se han descrito como recursos temporales la animación, entendida  como percepción del tiempo o de la situación concreta de la imagen, la linearización, vista como la sincronía sonido-imagen y la vectorización que refiere al sentido de inminencia  o expectativa (Chion, 1993)
Un cuerpo de evidencia científica de real importancia en este campo es el aportado por Annabel Cohen (2000,2001, 2008) quien considera que la masa crítica acumulada justifica pensar en una futura sub-disciplina, la Psicología de la Multimedia (Cohen, 2005).
Diversas teorías Psicológicas han contribuido a la formalización de la teoría del film. La Psicología de la Gestalt  sustenta el modelo de agrupamiento del contenido discursivo y la Psicología Cognitiva la aplicación de estructuras jerárquicas (deVega, 1998) teorías que han sido soporte para modelos de la Psicología de la Música (Lerdahl y Jackendoff ,1983; Clarke y Krumhansl, 1990).
Factores estructurales y cognitivos contribuyen a la integración multisensorial de información visual y auditiva (Marks,1999; Spence 2007). La mente humana, ante la entrada de información sensorial, opera de manera automática: pone juntas las cosas parecidas, separa las diferentes y así forma conjuntos. Formar conjuntos conlleva una acción en una dirección y su opuesta: agrupar lo que va junto implica separar lo que es diferente. Por su parte, cada grupo conformado como una unidad es susceptible a su vez  de ser dividido internamente. Los términos polares son agrupamiento y segmentación. En la música, la mente puede hacerlo por el grado de frecuentación del hombre occidental con melodías que responden a los rasgos canónicos de la música occidental. La Psicología Cognitiva de la Música considera que el agrupamiento es una estrategia que facilita retener la información y economizar esfuerzo; en tal sentido, se cuenta con diversos trabajos empíricos realizados con música tonal y atonal (Dowling y Harwood, 1986; (Krumhansl,1990).
El espectador de narrativas fílmicas, de manera similar, advierte el comienzo y cierre de una escena y puede segmentar la estructura dramática en términos de la acción y el contenido argumental (Boltz, 2001). En las artes del espectáculo la segmentación es considerada un  modelo narrativo, esencialmente lógico-temporal y  entendida como un modo de puntuar la acción en base a elementos formales -escenas, actos, cuadros- o estrategias  tales como cambios de escenografía,  juegos de luces, movimientos de cámara, vacíos de pantalla, o la evolución de un actor en la escena  (Pavis, P.1990).  Chion (1993: 52) amplía el concepto de puntuación al incluir recursos que denomina sonidos internos: “pausas, entonaciones, respiraciones y gestos”.
La Psicología Cultural, en particular la teoría de los esquemas (deVega,1998; Marty,1989) es el sustento psicológico para  los modelos de prototipo y de contorno.  El modelo de prototipo considera que los seres humanos se forman una representación promedio relativa a características invariantes de eventos y funciones perceptuales (Zbikowski, 2002; Espinosa,2002). Esta representación actúa como un anclaje referencial para estructuras y eventos similares. Es un esquema (Dowling y Harwood, 1986; Gjerdingen, 1991) que contiene los rasgos definitorios que lo representan, así como relaciones entre atributos típicos. Dicho esquema preserva la fisonomía general, sin detalles, patrón que permite asociarlo a nuevos estímulos aunque los mismos presenten algunas variaciones. La música de la escena recurre frecuentemente a prototipos acuñados por la música de la tradición occidental y de la práctica usual, como recursos que conceden familiaridad al correlato sonoro.
El modelo de contorno en música  (Dowling y Harwood 1983; Dowling, 1994; Deutsch, 1999) describe el modo en que las personas retienen inicialmente una melodía: lo hacen mediante un perfil  de alturas que registra la tendencia de los movimientos melódicos sin precisar las diferencias intervalares entre los sonidos. La imitación responde a la tendencia ascendente, descendente o lateral de las alturas de la melodía. La práctica previa con melodías de la tradición tonal permite una primera aproximación a la melodía sin atender o retener en la memoria de trabajo sus detalles. Esta modalidad perceptiva se observa en niños y adultos. Los niños pequeños comienzan el desarrollo del canto copiando el contorno de las canciones; los adultos recurren al contorno cuando cantan por primera vez una melodía desconocida muy veloz o con abundante información; así también cuando reproducen de memoria una melodía atonal. En las melodías atonales la respuesta imitativa bajo la forma de un contorno es independiente del tempo y monto de información; se justifica por la imposibilidad de recurrir a los modelos  tradicionales, prototipos, acuñados por la práctica y escuchados a lo largo del ciclo vital.
Las estrategias conjuntas de acción escénica y musical ayudan a anticipar situaciones de la trama. Estas predicciones en avance, tanto en música como en el film se basan en los esquemas que hemos desarrollado a través de la experiencia y alojado en la memoria a largo plazo en orden a interpretar las experiencias momento a momento” Cohen (2000:367)   
En un estudio realizado por Malbrán (2008 a, 2009),  sobre la actuación de dos actores (Sid Cesar  y Nanette Fabray, años 50),  “Argumento para la Vta Sinfoníase observó la “musicalidad” puesta de manifiesto en la actuación. La dicción dramática muestra alta correspondencia con el agrupamiento y contenido musical. La gestualidad de la acción reproduce el contorno melódico de los fragmentos: los perfiles ascendentes con movimientos de los brazos hacia arriba y los descendentes hacia abajo.  

Factores estructurales        
Como se ha visto, los agrupamientos musicales se basan en señales internalizadas por enculturación adquiridas por la convivencia con la música de la tradición occidental (Deliege y Sloboda, 1996). La segmentación /agrupamiento interno ya ha sido descrito; ante el fraseo de la melodía las personas advierten partes divisibles del todo que en la música se denominan con rótulos tales como motivos, sentencia antecedente- consecuente, semi-frases, frases, o secciones de las obras musicales. El agrupamiento se vale de ciertos índices que permiten al audioespectador segmentar el todo en segmentos más pequeños y memorizables: i) cesuras;  ii) acentos temporales; iii) momentos de tensión/distensión y iv) redundancia.
Las cesuras producen breves ‘cortes’ en la continuidad discursiva por el uso de silencio/s al final de la frase musical  o por un sonido de mayor duración que los precedentes (Malbrán, 2007). Según Chion (1993:60) el silencio no es un vacío neutro, es el producto de un contraste o el negativo de un sonido escuchado antes.
En la escena las cesuras son el fruto de diversos recursos escénicos que fragmentan el discurso  y ayudan a la puntuación interna del contenido argumental (ya descrito). Es oportuno citar el conocido aforismo de Bresson “el cine sonoro ha aportado el silencio”.
Los acentos temporales resultan en general los de mayor saliencia[3]: se constatan al observar la respuesta frecuente y generalmente no deliberada, de “seguir” la música batiendo con el pie sobre el piso mientras se escucha. Los investigadores musicales han mostrado que esa aparente práctica trivial ayuda a mantener sostenidamente la atención en el estímulo (Toivianen y Snyder, 2000; Parncutt, 1994¸Clarke,1987; Shaffer,1982; Cross, 2008).
Los teóricos del film han basado muchas de sus conjeturas en la saliencia de rasgos de la música y de la escena (Bolívar et al. 1994). Lipscomb y Kendall (1994) consideran un factor de importancia la frecuencia de la ocurrencia de eventos salientes de la música con momentos significativos de la escena. 
Los momentos de tensión/distensión melódico- armónicos son advertidos por los perceptores: al momento de escuchar la música infieren del desarrollo temático que está en proceso tanto un desarrollo mayor de la idea como la preparación de la conclusión. La necesidad de continuidad se percibe por la presencia de giros melódicos  con mayor tensión que necesitan avanzar; la obra se percibe en expansión. La declinación pre-anuncia el cierre o final de la frase en curso  por medio de giros melódicos con pérdida de tensión. Dichos datos acústicos se basan en las relaciones constructivo-armónicas de las sucesiones de acordes; son ellas las que, en íntima relación y como soporte de la melodía,  generan tensión o distensión; estas relaciones permiten advertir si el discurso musical está por finalizar o si tiene que hacer un cierto recorrido para llegar al cierre. Frecuentemente dichas señales son enfatizadas  por el incremento de instrumentos en el conjunto orquestal -densidad tímbrica- o por la especulación de la sonoridad –dinámica- ya que tanto la pérdida como el aumento de intensidad, súbita o progresiva, se usan para anunciar que el fragmento está por finalizar.
En la escena la tensión es dependiente de la trama argumental y se traduce en gestos, palabras, frases, que enfatizan la carga emocional del episodio. Se considera música empática a aquella convergente emocionalmente en contenido dramático y música (Chion, 1993).               
La redundancia alude a la reiteración de ideas. Un motivo musical que imita a otro recientemente escuchado es una ayuda para la segmentación ya que el auditor entiende que el punto inmediato anterior a la repetición marca un límite y que comienza otro grupo. 
La redundancia en la escena es de uso tan frecuente como en la música: reiteración de situaciones, palabras, gestos, entre otros. Un cierto monto de redundancia es considerado esencial para la comunicación y contribuye a la claridad, predictibilidad, y eficiencia del mensaje (…) [Sin embargo], un exceso de redundancia puede ser interpretado como lugar común, excesivamente predictible o banal” (Wingstedt, 2005: 20-21).
           Música y escena comparten los componentes estructurales descriptos: cesuras, acentos temporales, momentos de tensión/distensión y redundancia. Tales rasgos comunes son los que facilitan la integración cross modal.     



Sonido y música para la escena
Sonorizar secuencias de acción dramática requiere el análisis de las variables puestas en juego en la acción dramática y en la música. Para ello es necesario tener en cuenta tanto los comunes denominadores  como los componentes propios de cada uno de los mensajes. Según sea tratado el acoplamiento entre ambos relatos resultará la eficacia en la comunicación. Diversos estudios previos coinciden en señalar la necesidad de acuerdo y conformidad en la co-existencia de asociaciones y alineamientos temporales entre banda sonora y acción. Esta cualidad se denomina congruencia. El modelo de congruencia basado en la asociación entre rasgos temporales introducido por Marshall y Cohen (1988), fue ampliado en 1994 por Bolívar y colaboradores. Lipscomb y Kendall, en 1994 propusieron al respecto dos dimensiones denominadas juicio de asociación y alineamiento temporal. El juicio de asociación se basa en la significación referencial aportada por la experiencia previa del audioespectador que le permite estimar si la música es apropiada o inapropiada para un determinado contexto, como por ejemplo una melodía en oboe para una escena romántica.  El alineamiento temporal es un modo de encuentro entre los puntos enfatizados por la escena y los de la música. Los autores consideraron que la falta o inadecuación de congruencia entre música y escena hace que el espectador pierda o cambie el foco atencional.
A continuación se señalan algunos factores que inciden en la congruencia.   
  Distribución temporal en fase de la escena con la música. La música de la práctica usual se desarrolla con pulsaciones temporales isócronas -el taconeo sobre el piso mientras se escucha o batir palmas mientras se canta-. Estos trenes de pulso se consideran universales (Drake y Bertrand, 2001) y resultan elementos particularmente salientes de la música. En el espacio dramático se producen movimientos actorales que se distribuyen de manera regular en el tiempo, por ejemplo, desplazamiento de los actores o gestos actorales muy definidos  y repetidos;  en todas estas incidencias  banda sonora y acción necesitan acordar temporalmente, resultar síncronas, es decir coincidir el instante sonoro con el instante visual.    
Correspondencia estructural entre la música y el juego dramático. La trama teatral se organiza en sub-escenas delimitadas por cuestiones tales como cambios en la localización espacial de la acción, entrada/salida de personajes, cambios de cuadro o escenario, entre otras. Estas unidades internas brindan cohesión al despliegue discursivo. De manera similar la música se vale de divisiones internas en la composición. Los puntos de articulación entre agrupamientos de la escena y la música, requieren acordar en su extensión temporal.
Saliencia perceptiva compartida entre los elementos más salientes de ambos relatos. Los puntos sobresalientes de la trama necesitan ser subrayados por la música o la banda de sonido, ya sea con efectos -un toque de platillo- o con tratamientos compositivos de la música. Por ejemplo, la coincidencia entre climax de la escena y el punto de mayor tensión de la melodía.
     Empatía emocional  de la trama con la música /banda sonora. Un paisaje bucólico requiere una melodía de similar carácter; una escena de terror precisará música que en su ‘tono emocional’ provoque inseguridad o temor. El “clima” dramático -expansivo, tierno, enfático, displicente- necesita corresponderse con música que suscite similares emociones.
     Paralelismo contextual entre entorno de la trama y paisaje sonoro. El correlato sonoro de una escena doméstica en la que la protagonista lava vajilla demanda la puesta en juego de sonidos muy diferentes a una situación en la que los actores se desplazan con pasos sobre hojas secas. En ambos casos el sonido torna más reales y evidentes las situaciones dramáticas al contribuir a la descripción  con sonidos del entorno de la acción -campestre, hogareño, acuático-. Como puede verse los indicadores señalados, sólo algunos, definen en cierto modo los atributos de la congruencia crossmodal: distribución temporal en fase, correspondencia estructural, saliencia perceptiva compartida, empatía emocional, y paralelismo contextual. Todos ellos remiten a la idea de ‘ir juntos’ de ‘entendimiento inter-discursivo’ de co-relato con recursos apareados. 

Congruencia y factores temporales
Una forma de aplicación de las relaciones de integración música escena es sonorizar/musicalizar breves escenas filmadas. Para atender a la congruencia en términos temporales se pueden señalar los siguientes indicadores
Advertir si se presentan niveles de pulso sobresalientes. En los juegos actorales es fácil advertir cuándo la secuencia de la acción se desenvuelve con una regularidad de movimiento. En tales casos los pulsos de la música debieran desenvolverse con igual tasa en el tiempo. Si se piensa en el modo de caminar de la Pantera Rosa y se recuerda la música de Henry Mancini este acople en los niveles de pulso es revelador.        
Distinguir entre secuencias de movimientos continuos y discretos. Los movimientos continuos son aquellos sin pulsaciones internas, que no presentan una secuencia de gestos aislables como eventos independientes. Por ejemplo, el movimiento de la hélice de un helicóptero. Contrariamente hay gestos que se perciben como eventos aislados; por ejemplo, el movimiento del limpiaparabrisas del automóvil que en su ida y vuelta impone un cierto arreglo en el tiempo. La primera opción  requerirá una configuración sonora de sonidos continuos – sin pulsación interna- ; la segunda una sucesión de sonidos discretos – pulsados-. El tono del teléfono al descolgar el tubo es una sucesión sonora continua; en cambio el sonido de la llamada telefónica, es una sucesión de sonidos discretos a igual intervalo de tiempo.    
Atender a la sincronía temporal. El ajuste  temporal entre sonido y acción aumenta la eficacia de la comunicación y concede a la relación sonido-música la dote de realidad necesaria para que el mensaje resulte creíble. En tal sentido Chion (1993: 26, 27) considera que el sonido síncrono hizo del cine un arte del tiempo al temporalizar la imagen e imponer a la película una normalización y estabilización del flujo de la velocidad.
              Cuando se trata de secuencias de movimiento continuo la precisión requerida es en cuanto a los puntos de comienzo y cierre de la banda sonora que deben ser  coincidentes con el movimiento. En cambio, en las acciones discretas el ajuste es punto a punto, esto es, a cada movimiento corresponde un sonido coincidente en el tiempo.
Para sonorizar una sucesión de eventos a igual intervalo de tiempo, el ser humano dispone de un reloj interno  que le permite producir cadenas de movimiento con una distribución regulada en el tiempo. El paradigma de reloj interno ha sido comprobado con trabajos empíricos de diferente naturaleza y situación experimental (Wing y Kristofferson,1973; Shaffer,1982; Povel y Essens, 1985). Ante la imagen a sonorizar, la persona inicialmente internaliza la escala temporal del estímulo y luego se acopla a ella (Shaffer, Clarke y Todd, 1985). Para hacerlo de manera sincrónica necesita adelantar mentalmente la orden, así obtiene una correspondencia entre la acción y el sonido; si esperara la aparición del estímulo el ataque sería tardío (Malbrán, 2008 b).     
Correlacionar el tratamiento temático. La redundancia es un recurso ampliamente usado en el juego dramático y en la música: incrementa la comprensión del perceptor y otorga ‘familiaridad’ al contenido -la repetición sugiere estar ante ‘algo’ conocido-. Una reiteración de una cadena gestual requiere una reiteración motívica en la música.  
        La enumeración precedente da cuenta del rol que juegan en la congruencia los valores temporales, kinéticos y discursivos: niveles de pulso, movimientos continuos y discretos, sincronía y tratamiento temático, entre otros.   
       
Los contenidos de la banda sonoro-musical admiten diferentes usos y formatos: i) tratamiento global mediante discursos rítmicos,  melódicos, o hablados y ii) tratamiento puntual, mediante efectos sonoros.
Tratamiento global          
           El discurso rítmico no presenta melodía, por lo cual es difícil que el perceptor lo conserve en el oído por un cierto tiempo. El ritmo cuenta con un valioso aliado que es el enorme bagaje de timbres instrumentales, que si bien no producen melodía en los términos en que se entiende comúnmente[4]  presentan ‘ritmos coloreados’ o “colores tonales” muy ricos musicalmente. Basta solamente con recordar las producciones del grupo Stomp   o las de conjuntos de tambores de África Occidental. Estos discursos, aún sin melodía,  ponen en juego atributos como los ya señalados: agrupamiento de las ideas temáticas, diferentes niveles de pulso, mayor saliencia de determinados rasgos, entre otros.
El discurso melódico comparte con el discurso rítmico las características señaladas; además resulta sobresaliente el atractivo de la melodía como elemento de preferencia por parte de los auditores -la pueden repetir, recordar después de algunos días o reconocer entre otras-. La dote tímbrica del arreglo musical está a cargo del juego instrumental: por ejemplo, la melodía es interpretada por la trompeta y repetida por el clarinete o alterna un solo de flauta con el conjunto orquestal, entre múltiples combinaciones del juego concertante.     
         El discurso hablado es una fuente inagotable de expresión sonora ya sea en solos  o  en grupos vocales.   Chillidos, susurros, conversaciones, murmullos y todas las enormes posibilidades de especular con el maravilloso instrumento que es la voz humana. 
Tratamiento puntual
          Los efectos sonoros imitan sonidos y ruidos del ambiente: el ring del teléfono, el silbido de las garzas, el soplido del viento, o el estruendo del trueno.
El avance  tecnológico ha producido excelentes bibliotecas de sonido; sin embargo, es una interesante práctica tratar de imitar los sonidos del entorno con objetos/materiales que al manipularlos de diferentes modos permiten obtener una respuesta sonora similar a los sonidos que se intenta imitar, para lo cual se requieren acciones como las de los  técnicos de sonido en la radiofonía de la era pre-digital (Furnó, 1999). En la música para escena un recurso habitual es ‘amplificar’ mediante técnicas de grabación la respuesta natural que provoca la acción, por ello el micrófono ha pasado a constituirse en un dispositivo de gran interés instrumental. Otro procedimiento de utilidad es producir relaciones sonoras metafóricas para ilustrar acciones de la escena. Así por ejemplo sonidos que ‘suben’ o ‘bajan’ acompañando el movimiento de una hoja por el viento, sonidos resonantes para crear la sensación de que una situación queda ‘sostenida en el aire’, sonidos pesados acompañando el desplazamiento de un animal de gran porte y las innumerables posibilidades de asociar a la trama metáforas sonoras con sonidos que “parecen” livianos, estridentes, rugosos, etc. Como puede verse, se trata tanto de acoples sonoros a acciones naturalmente sonoras como a acciones que en la vida cotidiana no son sonoras pero que el sonido puede contribuir a tornar más salientes.

Sonido y producción sonora
             Las consideraciones precedentes sugieren la necesidad de describir algunos criterios para el análisis del sonido a manera de lo que Chion (1993) denomina  inventario descriptivo de los sonidos.
Los sonidos varían según su permanencia en el tiempo, factura, fuentes sonoras, modos de acción y mediadores utilizados (Malbrán et. al. 1988; Furnó et. al. 1988). Analizarlos en tiempo real impone comparaciones uno a uno entre relaciones sonoras en términos de forma y materia, lo que ha dado en llamarse escucha reducida (Chion, 1993).   
            Por su modo de permanencia en el tiempo los sonidos pueden ser impulsivos, iterados o tenidos. 
Los sonidos impulsivos no se sostienen en el tiempo; expiran en el instante posterior a su ejecución. Son sonidos con ataque y cierre que carecen de cuerpo. Un golpe de puño sobre la mesa; un entrechoque de dos palillos; el sonido de las consonantes explosivas (p, t…).
Los sonidos iterados son una serie muy apretada de sonidos impulsivos y tienen como característica que imponen una sucesión sucesiva y rápida de ataques; el sonido mantiene su cuerpo durante toda la emisión y cierra de manera contundente con el cese de los ataques. Por ejemplo, un tamborileo de los dedos, un redoble de tambor, una emisión vocal sostenida como  trrrrrrrrrrr. El sonido se mantiene en el tiempo mientras la acción del ejecutante continúa.
Los sonidos tenidos son el producto de una única emisión y se mantienen en el tiempo por la energía redoblada del ejecutante; tienen ataque, cuerpo sostenido desde su único ataque y cierre contundente cuando cesa la energía. Comparten la cualidad de los sonidos iterados en cuanto a que el sonido mantiene su cuerpo durante toda la emisión; se diferencian en que son producidos por un único ataque. Por ejemplo, un sonido (no frullato) en la flauta, se mantiene siempre que el ejecutante siga soplando; el fonema sssssssssssss, se sostiene mientras se la emite, una tecla digitada en un teclado electrónico, permanece sonando mientras el dedo la oprima.        
        Por su masa los sonidos pueden ser tónicos,  esto es, susceptibles de ser imitados cantando o silbando o complejos, los copiados con sonidos que habitualmente se consideran ruidos[5]. Así también los sonidos pueden ser de altura fija como el tono del teléfono o de altura variable, tal es el caso del glissando, efecto que realiza el  pianista cuando recorre rápidamente  con un dedo la superficie de varias teclas sucesivas o un percusionista al deslizar velozmente una baqueta sobre las placas del xilofón o del glockenspiel.  
El sonido es el producto de operar sobre las fuentes sonoras[6].
Las fuentes sonoras se clasifican según sea su elemento vibrante. Cuando suenan por i) la manipulación de una  o más cuerda/s se denominan cordófonos; ii) la acción del aire se denominan aerófonos; iii) la energía eléctrica, se denominan electrófonos  y iv) todos aquellos que no pertenecen a las categorías anteriores se denominan idiófonos (Malbrán et al.,1988; Furnó et al 1988).
El resultado de una fuente sonora varía según el elemento que opere sobre ella. Los diversos elementos posibles se denominan mediadores y pueden ser baquetas, palillos, escobillas, mazas, púas, arcos, lista incompleta ya que abarca toda aquella herramienta posible de ser accionada sobre el elemento vibrante.
Otra fuente de variación en el resultado sonoro  es el modo de operar sobre las fuentes sonoras: percutir el parche de un tambor produce un sonido muy diferente a si se frota su superficie con las uñas. Por ello los modos de acción se nombran con  verbos tales como pellizcar, sacudir, percutir, frotar, (breve enumeración de una lista siempre incompleta).       
         Los sonidos también varían según el correlato que devuelven al perceptor como metáfora acerca de su textura de superficie: rugosos, resonantes, apagados, tintineantes, vibrantes, secos etc. Como puede verse por lo general se utilizan calificativos táctiles.  
Estos aportes (Schaeffer,1967, Chion, 1983) cambian viejas concepciones relativas al sonido. Según Chion, (1993:38) la escucha reducida  ha generado conceptos y criterios nuevos a los que el lenguaje corriente y la tradición musicológica no había respondido. Así por ejemplo un toque de platillo produce un sonido impulsivo resonante porque el sonido no mantiene su cuerpo durante toda la emisión, decae progresivamente. Lo que queda sonando es la resonancia, que en forma sostenida en el tiempo va perdiendo presencia hasta desaparecer. El ejemplo precedente es citado deliberadamente porque es frecuente que los sonidos resonantes sean mostrados como ejemplos de sonidos de larga duración.  Así también han caído en desuso los viejos conceptos que clasificaban a los instrumentos como de cuerda, viento y percusión. Por ejemplo las maracas son sacudidas y los güiros son frotados, ninguno de ellos es percutido y sin embargo en el pasado se los incluía entre los instrumentos de percusión.
Los discursos de fondo ya sean rítmicos, melódicos o  hablados, se solapan con la escena; los efectos sonoros son correlatos puntuales con determinado punto de la acción y pueden o no solaparse con el discurso de fondo. En general, adquieren un rol de figura sobre el fondo y contribuyen a enfatizar el gesto /evento dramático.
Esclarecer el alcance de estos conceptos resulta de utilidad para generalizar algunos dispositivos para usar el sonido y la música. Por ejemplo:
Un caballo trotando por una llanura va a requerir un discurso rítmico producido con sonidos impulsivos a igual intervalo de ataque con textura de superficie de sonido hueco, de modo de imitar el sonido de los cascos sobre la tierra. El ajuste será punto a punto entre sonorización e imagen del contacto de las patas del animal con el suelo. Complementará la banda un paisaje sonoro que imite  los sonidos del movimiento de las hojas de los árboles, el canto de pájaros, los sonidos del viento (sonido ambiente según Chion, op.cit). Esta descripción del paisaje sonoro puede resolverse con fuentes sonoras no convencionales como estrujamiento de papeles lisos y rugosos (papel de lija), silbatos,/silbidos imitando el canto de los pájaros, tubos para soplar, que remeden el viento, entre otros.
Un dato de interés es que en diversas culturas se cuenta con “sonorizadores” locales que la sabiduría popular ha inventado y confecciona artesanalmente. Dichas fuentes sonoras imitan sonidos ambientales o voces de animales y resultan de gran utilidad para diversas producciones, con el valor agregado de la contribución a la identidad cultural.
Sonorizar un relato visual animado pone en juego analizar las incidencias de la acción y medir de manera certera los comportamientos en el tiempo.
            En cuanto al análisis se hace necesario atender a cuestiones tales como i) contexto de la acción para atender al marco ambiental y elegir sonidos que informen/describan el entorno de la acción para mejor sonorizarlo/ evocarlo; ii)
estilo de actuación de los personajes para adjudicar a los protagonistas algún dato sonoro característico, similar al leitmotiv wagneriano; iii) tempo de la acción para advertir si presenta una velocidad estable o cambios en determinados fragmentos o escenas; estructura dramática para determinar los agrupamientos internos de la trama y hacerlos coincidir con los agrupamientos sonoros; secuencias de movimiento para decidir cuáles serán sonorizadas con eventos discretos –tiempo estriado-  y cuáles  con bandas sonoras continuas -tiempo liso-.
       Los niveles de análisis descriptos podrán requerir acciones tales como  i)  contar el número de eventos discretos o cronometrar las escenas no pulsadas -bandas continuas-; ii) tornar más explícitas las acciones poco claras usando el sonido como refuerzo; iii) crear eslabones sonoros (links) entre las escenas para obtener una mayor continuidad discursiva; iv) elegir los discursos (rítmicos, musicales, verbales) que mejor atiendan a la congruencia emocional entre la expresión dramática y la expresión musical; v)utilizar momentos de silencio o cambios dinámicos como estrategias para crear expectativa, sorpresa y estado de alerta en los espectadores.
Chion (1993: 174) propone el método de los ocultadores que consiste en
“visionar una secuencia varias veces viéndola unas veces con sonido  e imagen simultáneamente, otras veces enmascarando la imagen y otras cortando el sonido. Se tiene así la posibilidad de oír el sonido como es y no como lo transforma y enmascara la imagen; y ver la imagen como es  y no como el sonido la recrea”  

El impacto de la producción multimedial en nuestra vida cotidiana impone atender a desarrollos artísticos que concilien diferentes disciplinas; las artes temporales y en particular la narrativa cinematográfica, videográfica y de animación, desde los inicios del cine sonoro han mostrado el aporte inigualable del sonido y la música como elementos contribuyentes a la claridad de la estructura dramática, la emoción y la expectativa de los espectadores.
El pensamiento de ficción y la representación abstracta comprometidos en el arte  se consideran sellos de la cognición humana (Levitin y Tirovolas, 2009). Leonard Meyer en 1956/2001, consideró que el arte es una forma de comunicación emocional.  En tal sentido el medio educativo puede ser una fuente poderosa de desarrollo estético, al promover la comunicación y la emoción utilizando estas conjunciones como modo de comprensión intra e inter lenguajes. La tarea pone en juego habilidades de amplio espectro, introduce a los estudiantes en mundos simbólicos de gran significación y posibilita el acceso de las mayorías a formas de interactuar con el arte de manera placentera y altamente enriquecedora.
Wright (2002) considera que los discursos artísticos concilian modalidades que no pueden ser replicadas en otras áreas del currículum y que estos modos de procesar el arte integran pensamiento, emoción y acción: el pensamiento a través de la imaginación y el cuerpo, responsable de incorporar la acción a la representación. Según la autora, la multimodalidad y el uso de la expresión simbólica no verbal han sido omitidas en la educación institucional debido a la dominancia social y cultural del lenguaje literal y los modos escritos de expresión.
Para los maestros y profesores la puesta en juego de iniciativas multimodales significa un gran desafío, ya que prácticas de esta naturaleza no han formado parte de la preparación profesional como así tampoco de los desarrollos en servicio. Sin embargo, constituyen aportes al desarrollo artístico de personas de diferente condición, ayudan a que los productos artísticos resulten modos accesibles de frecuentar mundos simbólicos  y resultan estrategias poderosas para utilizar los productos artísticos multimediales tornándolos emocionantes, accesibles, dignos de atención y al alcance de la mano, la vista y el oído en cross modal iniciativas.    



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[1] La audiovisión (1990/2003)
[2] Citado por Cohen 2005
[3] Al escuchar música se advierte que los elementos del discurso no son iguales en importancia: hay detalles, motivos, efectos, que sobresalen sobre el resto. A estos eventos prominentes se los considera de mayor “saliencia”
[4] En la música académica el concepto de melodía ha cambiado. En el siglo XX Arnold Schömberg propuso la denominación melodía de timbres.
[5] Si bien el ruido presenta características físicas diferentes al sonido (la complejidad de la onda sonora), en la teoría de la comunicación se considera ruido a todo evento sonoro que interfiere una situación comunicacional. Si el vecino está interpretando una obra de Bach en el cello e interfiere la conversación que estamos manteniendo,  el cello es ruido para nosotros y sonido para el ejecutante.   
[6] Fuente sonora como denominación genérica incluye todo tipo de objeto con el cual se puede producir sonido. Es preferible a objeto sonoro ya que tal nombre alude a una unidad compositiva (Shaeffer)  

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